Qumran - En las orillas del mar Muerto
En las orillas del mar muerto

Los orígenes de la comunidad judía

Localización geográfica de Qumrán
 Hacia el año 150 A.C. llegaba a orillas del mar Muerto, no lejos de Jericó, un grupo de devotos judíos guiados por sacerdotes que habían roto con el clero de Jesuralén. Reinaba entonces en Judea el gran sacerdote Yonatán, descendiente de Matatías Macabeo, que había sido el alma de la resistencia judía al intento de helenización de Palestina llevado a cabo por el rey seléucida Antíoco IV. Los disidentes, a quienes el historiador judío Flavio Josefo da el nombre de esenios, reprochaban al sacerdote-rey de Jerusalén su aceptación del helenismo, con todos los peligros de paganismo que ello implicaba, y no lo designaban nunca por su nombre, sino por el epíteto despectivo de "sacerdote inicuo", oponiéndolo a su jefe y sin duda fundador, el Maestro de Justicia.
Poco a poco, en el desierto el grupo fue organizándose como una verdadera comunidad de fe intransigente, en una pequeña ciudad monástica cuyas ruinas han explorado arqueólogos franceses dirigidos por el padre De Vaux. El lugar, cercano a un manantial de agua potable, lleva el nombre árabe de Qumrán.
Cabe destacar que la radiante fe desde esta importante comunidad judía, tenía muchos puntos de contacto con la religión cristiana.

La vida en Qumrán

 El viajero que fuese huésped de la comunidad de Qumrán allá por los inicios de la era cristiana hubiese podido visitar la sala en que se reunían los esenios, el scriptorium en que algunos de ellos copiaban los antiguos libros bíblicos o transcribían sus propias obras, el refectorio, la cocina, el lavadero, el horno de pan, las cisternas, los baños y el cementerio, con tumbas cubiertas de piedras. Una torre velaba este conjunto de edificios.
Flavio Josefo, que sin duda había visitado la comunidad a orillas del mar Muerto, relata en sus escritos cómo era la vida cotidiana de sus hermanos.
Las Grutas de Qumrán Lugar donde un joven pastor beduino  encontró el primer manuscrito del mar Muerto
"Hasta que sale el sol, no pronuncian ni una palabra profana, y se limitan a dirigir al astro oraciones tradicionales, como suplicándole que aparezca. Después, sus administradores envían a cada uno a las tareas que mejor conocen, y hasta la hora quinta (las once de nuestra manera de contar) trabajan con el mayor ardor. Después vuelven a reunirse, se ciñen un taparrabo de lino y se bañan en agua fría. Tras esta purificación, se reúnen en una sala reservada en la que no debe penetrar ningún profano. Ellos mismos no entran en ese refectorio , más que puros, como en un recinto sagrado. Cuando se han sentado tranquilamente, el panadero va repartiendo por orden los panes, y el cocinero sirve a cada uno una sola escudilla con una única vianda. Antes de la comida el sacerdote pronuncia una oración, y a nadie le está permitido probar el alimento antes de esa plegaria; y cuando han acabado de comer vuelve a rezar. Tanto al comienzo como el final, bendicen a Dios como dispensador del alimento que da la vida. Después dejan las ropas que se han puesto para la comida, como si fueran vestiduras sagradas, y vuelven a su trabajo hasta que anochece. Entonces, ya de regreso en el albergue común, toman la cena de la misma manera, y sientan a su mesa  a los huéspedes si los hay de paso en la casa.Ni un grito, ni un tumulto profanan nunca la casa; todos hablan por turno. A los d fuera, ese silencio de los de adentro les parece un temible misterio. La causa es su permanente sobriedad, y el hecho de que el alimento y la bebida les son medidos de manera que puedan saciarse y nada más."
 En cuanto a las demás actividades de los esenios, las excavaciones han revelado la existencia de un barrio reservado a la molinería. Se han encontrado dos muelas de basalto intactas y otras dos rotas, lo que parece evidenciar que cultivaban cereales. La presencia de vigas de madera de palmera y huesos de dátiles en las grutas y entre las ruinas indica que ese árbol era entonces cultivado en la comarca.
Depósitos sacrificiales de osamentas de animales, procedentes sin duda de rebaños, sugieren la práctica de la ganadería entre los habitantes de Qumrán. Los trabajos manuales ocupaban sin duda a gran parte de la comunidad, que apenas debía pasar de cien personas.
 A algunos les estaban reservadas taras más nobles, como prueba el Rollo de la Regla, descubierto en una de las grutas en 1947. En él se recomienda el estudio de la Ley: 
"Que aquí donde se reunan diez personas no falte una que estudie la Ley noche y día"...."Que los Muchos velen en común durante la tercera parte de las noches del año para leer el Libro, estudiar el derecho y bendecir a Dios".
 De estas veladas de estudio proceden sin duda tan peculiares comentarios a la Escritura encontrados en Qumrán. Estos documentos, con frecuencia sibilinos, han permitidos a los especialistas reconstruir las grandes líneas de la historia de la secta y descubrir sus innovaciones en materia de religión. Los esenios habían sustituido los dos holocaustos cotidianos por el sacrificio de alabanza.
 Celebraban dos oficios, uno por la mañana y otro por la noche, como atestigua este pasaje a la Regla:
 "Cuando lleguen el día y la noche, entraré en alianza con Dios. Y cuando se retiren la noche y la mañana, diré su preceptos..."
La oración de los qumraníes se alimentaba de los salmos bíblicos tradicionales, pero el salterio personalísimos acentos, en los que aparece un personaje perseguido, probablemente el Maestro de Justicia. Es posible que, tras componer el fundador de la secta algunos de esos salmos, fuese continuados por sus fieles. Así ocurrió probablemente con la oración que recitaban los nuevos adeptos al ingresar en la Alianza, es decir, en la comunidad esenia: "Te alabo, mi Dios, porque has querido mostrar con la criatura de barro cuan grande y formidable es tu poder. ¿Quién soy yo para que me hayas enseñado el secreto de la verdad y hecho conocer sus obras maravillosas?". Esta oración de acción de gracias, que es a la vez una auténtica profesión de fe, era recitada probablemente por los nuevos adeptos a su ingreso en la comunidad, que tenía lugar en Pentecostés.

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